quarta-feira, 19 de março de 2014

ELOGIO DE LA VIDA SENCILLA



Para mi madre

Vida inquieta, frenesí
de la ambición desmedida…
¡qué mal comprende la vida
el que la comprende así!

La vida es soplo de hielo
que va marchitando flores;
no la riegues con sudores
ni la labres con desvelo;

la vida no lo merece:
que esa ambición desmedida
es planta que no florece
en los huertos de la vida.

Necio es quien lucha y se afana
de su porvenir en pos:
gana hoy pan… y deja a Dios
el cuidado de mañana.
__________

Vida serena y sencilla,
yo quiero abrazarme a ti,
que eres la sola semilla
que nos da flores aquí.

Conciencia tranquila y sana
es el tesoro que quiero;
nada pido y nada espero
para el día de mañana,

y así, si me da ese día
algo, aunque poco quizás,
siempre me parece más
de lo que yo le pedía.

Ni voy de la gloria en pos
ni torpe ambición me afana:
y al nacer cada mañana
tan sólo le pido a Dios:

casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer
y un Cristo para rezar;

que al que se esfuerza y se agita
nada encuentra que le llene,
y el que menos necesita
tiene más que el que más tiene.
__________

Quiero gozar cuanto pueda
y, con acierto y medida,
gastar moneda a moneda
el tesoro de la vida;

mas no quiero ser jamás
como el que amontona el oro
y no goza del tesoro
por acrecentarlo más.

Quiero gozar sin pasión,
esperar sin ansiedad,
sufrir con resignación,
morir con tranquilidad;

que al llegar mi postrer día,
quiero pensar y decir:
“viví como viviría
si ahora volviera a vivir;

viví como un peregrino
que, olvidando sus dolores,
pasó cogiendo las flores
de los lados del camino;

cantando he dejado atrás
la vida que recorrí;
pedí poco, y tuve más
de lo poco que pedí;

que si nadie me envidió
en el mundo necio y loco,
en ese mundo tampoco
tuve envidia a nadie yo”.
__________

Tras los honores no voy:
la vida es una tirana
que llena de honores hoy
al que deshonra mañana.

No quiero honores de nombres:
vivo sin ambicionar,
que ése es honor que los hombres
no me lo pueden quitar.

He resuelto despreciar
toda ambición desmedida,
y no pedirle a la vida
lo que no me puede dar.

He resuelto no correr
tras un bien que no me calma:
llevo un tesoro en el alma
que no lo puedo perder,

y lo guardo porque espero
que he de morir confiado
en que se lo llevo entero
al Señor que me lo ha dado.

José María Pemán






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