Para mi madre
Vida inquieta, frenesí
de la ambición desmedida…
¡qué mal comprende la vida
el que la comprende así!
La vida es soplo de hielo
que va marchitando flores;
no la riegues con sudores
ni la labres con desvelo;
la vida no lo merece:
que esa ambición desmedida
es planta que no florece
en los huertos de la vida.
Necio es quien lucha y se afana
de su porvenir en pos:
gana hoy pan… y deja a Dios
el cuidado de mañana.
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Vida serena y sencilla,
yo quiero abrazarme a ti,
que eres la sola semilla
que nos da flores aquí.
Conciencia tranquila y sana
es el tesoro que quiero;
nada pido y nada espero
para el día de mañana,
y así, si me da ese día
algo, aunque poco quizás,
siempre me parece más
de lo que yo le pedía.
Ni voy de la gloria en pos
ni torpe ambición me afana:
y al nacer cada mañana
tan sólo le pido a Dios:
casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer
y un Cristo para rezar;
que al que se esfuerza y se agita
nada encuentra que le llene,
y el que menos necesita
tiene más que el que más tiene.
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Quiero gozar cuanto pueda
y, con acierto y medida,
gastar moneda a moneda
el tesoro de la vida;
mas no quiero ser jamás
como el que amontona el oro
y no goza del tesoro
por acrecentarlo más.
Quiero gozar sin pasión,
esperar sin ansiedad,
sufrir con resignación,
morir con tranquilidad;
que al llegar mi postrer día,
quiero pensar y decir:
“viví como viviría
si ahora volviera a vivir;
viví como un peregrino
que, olvidando sus dolores,
pasó cogiendo las flores
de los lados del camino;
cantando he dejado atrás
la vida que recorrí;
pedí poco, y tuve más
de lo poco que pedí;
que si nadie me envidió
en el mundo necio y loco,
en ese mundo tampoco
tuve envidia a nadie yo”.
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Tras los honores no voy:
la vida es una tirana
que llena de honores hoy
al que deshonra mañana.
No quiero honores de nombres:
vivo sin ambicionar,
que ése es honor que los hombres
no me lo pueden quitar.
He resuelto despreciar
toda ambición desmedida,
y no pedirle a la vida
lo que no me puede dar.
He resuelto no correr
tras un bien que no me calma:
llevo un tesoro en el alma
que no lo puedo perder,
y lo guardo porque espero
que he de morir confiado
en que se lo llevo entero
al Señor que me lo ha dado.
José María Pemán
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